Melquiades Strada

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He aprendido muchas cosas de Victor Pendrake, sin duda una de las más importantes es la importnacia de dejar constancia escrita de los hechos, así me he decidido a contar brevemente la historia de mi juventud....

Archivo:Melquiades.jpg


El Troll Negro

Apenas recuerdo como fue todo, por aquel entonces yo sólo contaba con ocho años, pero intentaré narrarlo lo mejor que pueda.

Yo nací en un pequeño kriel en las estribaciones del Espinazo de la Sierpe, de unos cuarenta troloides más o menos, una docena de casas a lo sumo. Yo diría que era un kriel algo primitivo, mi padre cazaba cabras y otras presas en al montaña y mi madre cultivaba junto a otras mujeres en unas pequeñas terrazas de piedra. Por lo que se, no teníamos contacto alguno con otras razas de la zona ni con civilización alguna. Contaría más cosas sobre nuestros usos y costumbres, pero sinceramente no recuerdo demasiadas.

Sin embargo sí recuerdo bien como acabó todo.

Era de noche, yo estaba jugando junto con otros pequeños troloides antes de que nos obligasen a ir a casa, cuando comenzaron los gritos... No sabíamos lo que pasaba, pero Hartreen (la sahmán del kriel) y par de mujeres nos cogieron a todos los niños y nos metieron en la cueva, la gruta donde nuestra sahmán hacía sus rituales.

El kriel estaba siendo atacado por un troll negro, una aberración que se produce cuando las energías nigrománticas son tan fuertes que afectan a la naturaleza regenerativa de un troll vivo, su carne putrefacta fluye y se regenera constantemente, su hambre de vida y sangre es insazieble y su malignidad inmensa. La criatura debió atacar en silencio, matando a algunas familias en sus casas sin hacer ruido, para cuando fue detectado ya era demasiado tarde, mató a todos los adultos que se enfrentaron a el y a los que intentaron huir los cazó como animales.

Desde los brazos de Hartreen pude ver, justo antes de entrar en la cueva, como la pestilente criatura absorbía en su carne y aplastaba a mi padre que trataba en vano de proteger a mi madre... entonces mis sollozos y mis lágrimas se juntaron con los gritos de terror y más tarde de dolor procedentes de la poderosa garganta de mi madre... jamás volvería a oír su dulce voz... ni el poderoso canto de mi padre...

Hartreen nos metió a todos en la cueva, una docena de niños y dos mujeres y lanzó algún tipo de magia a la entrada, nos dijo que el troll negro no podría cruzar ya aquel umbral, que estábamos a salvo. Nos acurrucábamos entre sollozos en aquella gruta, mientras del exterior nos llegaban los gritos de agonía que indicaban la muerte de nuestras familias a manos de aquella aberración venida de más allá del mundo de los vivos. Las mujeres trataban de tranquilizarnos diciéndonos que allí estábamos a salvo, y que nos protegerían, pero ellas mismas estaban aterradas. Al cabo de unos minutos, puede que media hora, los últimos gritos cesaron y el silencio fue aun más terrorífico.

Yo quería salir, necesitaba salir, no podía aceptar la idea de la muerte de mis padres, pero Hartreen lo impidió, dijo que el monstruo estaría aun fuera, oliéndonos, y esperando a que saliéramos. Sólo podíamos esperar a que el hambre fuera tan fuerte que le hiciera buscar otras presas. Pero yo no podía aguantar la idea de que mis padres hubieran muerto.

Así que en cuanto vi que las mujeres estaban despistadas, salí corriendo al exterior. Hartreen me persiguió, pero aunque yo si pude, ella no podía salir sin romper la protección que había puesto. Me miro triste desde el umbral y volvió al interior de la cueva.

Aterrado me adentré entre las casas de nuestro kriel. No habría pasado ni una hora desde que pasó el ataque, pero ese tiempo había bastado para que el troll negro convirtiese el poblado en un cementerio, sólo quedaban cuerpos destrozados y desecados tirados como las moscas con las que ha jugado un niño cruel. Me arrodillé ante el cadáver horriblemente deformado de mi padre y lo que quedaba del cuerpo de mi madre y llore desconsolado. La criatura aun debía de estar por allí y yo hacia mucho ruido, pero nada pasó.

Pensé que el troll negro debía haberse marchado de allí, intenté volver a la cueva, pero cuando iba a atravesar el umbral la cabeza empezó dolerme horriblemente y no pude cruzarlo, debía ser el hechizo de Hartreen. Iba a empezar a gritar para avisar que el troll negro ya se había marchado, pero justo cuando yo habría la boca, empezaron los gritos dentro de la cueva.

El muerto viviente, una vez acabado con el kriel debió de oler las presas vivas del interior de la cueva y no pudiendo entrar por el acceso principal, buscó alguna entrada secundaria. Había pequeños túneles que entraban e la cueva, pero eran pequeños aun para un niño, mucho más para una bestia de casi una tonelada como era el troll negro. Lo que no sabia Hartreen es que esta criatura podía hacer fluir su carne y entrar poco a poco por huecos por donde tan solo cupiesen sus huesos. Así que había buscado una entrada menor y con la paciencia de una serpiente, avanzó metro a metro, lentamente, durante casi una hora, hasta que alcanzó una zona donde recomponerse,y una vez dentro de la cueva, reanudó la masacre.

Allí dentro la bestia acabó con lo quedaba del kriel, con los más indefensos, los gritos de agonía de mis amigos me taladraban los oídos, no podía entrar, pero tampoco podía huir de allí, estaba atrapado por el horror. Entonces vi como Hartreen salía lentamente de la caverna, andando de espaldas mirando al troll negro que la seguía con los mismos pasos lentos. Hartreen había usado un conjuro de santuario, que evitaba que el no muerto la atacase si no lo hacia ella primero, pero incluso con toda la magia que Dunhia le concedía no había podido evitar que el troll negro acabase con mujeres y niños. Ya solo quedaba ella con vida y el monstruo sólo tenia que esperar a que el encantamiento acabase o que la sahmán se atreviese a lanzar el primer ataque.

Cuando Hartreen miró hacia a la salida de la caverna, me vio allí, petrificado por el terror, entonces dirigió su ojos hacia el techo con gesto solemne, cuando seguí con mis ojos su mirada, entendí lo quería decirme. Sobre la entrada de la caverna había un depósito de piedras con las que se construían las casas del kriel. Había urgencia en la mirada de Hartreen, urgencia y miedo, pero me sacó de mi trance.

Recorrer el camino hasta el depósito me llevaría demasiado, así que trepé por el cerro hasta llegar allí y empecé a quitar frenético las estacas que mantenían el montón de piedras en su sitio, pero estas no se movían, estaban bien colocadas. Las empujé pero no se movían ni un ápice. Estaba aterrado, esa criatura iba a salir de la caverna, Hartreen me había pedido que tirase aquellas rocas y yo era demasiado pequeño y débil para derribarlas, me subí al montón y me puse a saltar y a golpearlas, llorando desesperado. Y entonces cayó la primera piedra, antes de que me pudiese apartar cayeron las demás, varias toneladas de roca sobre la entrada de la caverna y yo tras ellas.

El golpe fue fuerte, pero afortunado dado que caía de más de seis metros, caí encima del montón de piedras y ninguna me cayó encima, así que me recupere pronto. Las rocas se habían desprendido justo encima del troll negro, aplastándolo por completo, sin embargo también habían alcanzado a Hartreen, que tenía atrapadas las piernas parte del torso bajos las piedras y parecía malherida. Bajé hasta ella a toda prisa y empecé a liberarla de las rocas, pero ella me lanzó a un lado con una fuerza sorprendente y empezó a preparar un conjuro.

Entonces me fije en el troll negro, su carne empezaba a licuarse lentamente entre las piedras, Hartreen continuó cantando con voz potente una plegaria a Dunhia mientras me indicaba con la cabeza que me alejase, entonces, repentinamente, una brutal columna de fuego los envolvió a ambos. Caí al suelo de espaldas, pensando que la sahmán acababa de inmolarse para destruir a la bestia, pero entonces volví a oír su voz, seguía viva dentro de aquel infierno y seguía haciendo magia, pues cuando la pira comenzó a menguar al cabo de unos segundos terminó su nuevo hechizo y la columna volvió a engullirlos con furia renovada.

Hartreen se había protegido a si misma contra el fuego y había gastado sus últimas energías lanzando dos veces el conjuro más poderoso que le concedía su diosa, de hacerlo en la caverna no solo habría matado a los niños antes de que los matase el monstruo, sino que este podría haber esquivado fácilmente la columna llameante y matado a la sahmán antes de que pudiese volver a intentarlo. Pero al tener atrapada a la criatura, moviéndose lentamente para salir de entre las piedras, pudo al fin abrasarla.

Cuando se apagaron las llamas la carne putrefacta del troll negro burbujeaba aun, pero había dejado de licuarse entre las piedras volviendo a tomar su forma original. Algunas piedras se habían resquebrajado del calor, Hartreen estaba agotada y malherida por las piedras, pero sin una sola quemadura. Volví a su lado para liberarla, las piedras estaban tan calientes que me quemaron las manos dejándome en ellas las cicatrices que aun porto en la mano derecha (el brazo izquierdo lo perdí en el Bosque del Espino a manos de un esclavo mecánico, cuando lo regeneré la mano salió limpia).

Tras liberarla vi que Hartreen tenía una pierna fracturada y serios daños en la cadera, pero no se curó, empezó directamente a desenterrar a la criatura, para mi horror la carne de esta aun pulsaba débilmente y mientras quitábamos las ultimas piedras que le cubrían, las de la cabeza, abrió un ojo. Nunca he visto una mirada tan cargada de odio, de una malignidad tan profunda. Pero Hartreen no se detuvo, yo estaba aterrado, parecía que la criatura no podía ser destruida de ninguna manera, se recuperaría y nos mataría; yo lloraba y suplicaba a la sahmán que parase, pero ella no se detenía, ni me dirigía la palabra, arrastrándose siguió desenterrando al troll negro hasta que su horrendo cuerpo quedo liberado de las piedras, con su carne moviéndose como alquitrán caliente sobre sus huesos.

Entonces Hartreen lanzo el último conjuro que le quedaba, un encantamiento de curación, sobre la frente de aquel engendro. El troll negro emitió un pavoroso grito que me heló la sangre mientras su cuerpo se convulsionaba como alcanzado por un rayo.Fue entonces cuando por fin quedo inmóvil para siempre. La sahmán se derrumbo sobre el cuerpo hediondo, completamente agotada.

No sabía que hacer, así que arrastré el cuerpo inconsciente de Hartreen hasta una de las pocas casas que no tenían cadáveres en su alrededor y me quede todo el día vigilando en la entrada, mirando nervioso el montón de piedras junto al que llacía el troll negro. Pero nada pasó hasta que despertó la sahmán.

Se curó a si misma y me curo a mi, durante ese día no hicimos más que reunir los cuerpos de nuestra gente y apilarlos junto a mucha madera en la caverna donde acabó la matanza, antes de que los escarabajos carroñeros o los buitres llegasen a por ellos. Durante toda la noche Hartreen realizó los rituales necesarios para nuestro kriel descansase en paz y recibiese un final digno.

El Ritual

Al día siguiente la sahmán me hizo montar con ella una especie de tienda sobre el montón de piedras y el cuerpo yaciente del troll negro, colocó pieles sobre el armazón de madera y se metió allí dentro ordenándome que trajese agua y comida para los dos, para varios días. Busqué entre las casas del kriel y cogí todo lo que parecía útil, lo llevé a la tienda que habíamos montado pero no me atreví a entrar.

Yo estaba aturdido, apenas con ocho años no era capaz de asumir la muerte no ya de toda mi familia, sino de mi kriel, de todas las personas que conocía excepto Hartreen, no sabía lo que íbamos a hacer o donde íbamos a vivir. Tan solo estaban los extraños cánticos que salían de aquella tienda improvisada donde la sahmán hacia algo que no llegaba ni a imaginar con el cuerpo del enemigo que había matado a los nuestros. Me quedé dormido sobre la piedra, a la intemperie, frente a la tienda, al lado de la entrada de la caverna de la que aun salía humo.

Cuando desperté estaba dentro de la tienda, los huesos del troll negro descansaban apilados en un rincón y su carne y piel en el otro lado. Había varios tarros que Hartreen debió de llevar mientras yo dormía, un fuego cerca del pilar central de la tienda ardía desprendiendo un fuerte olor a ramaviva quemada, tan fuerte que era casi narcótico, aunque ni siquiera así tapaba del todo otros olores extraños que había allí dentro. La sahmán tenía un punzón en la mano, creo que hecho con un hueso del troll negro, lleno de runas; me dio un trozo de madera y me dijo que lo mordiera, que lo que iba a hacerme me dolería mucho, pero que debía ser hecho. Yo estaba muy asustado, no me atreví a rechistar, así que mordí el trozo de madera y me coloqué frente al pilar de la tienda como me pedía, ella me ató las manos y pies en torno al tronco y comenzó de nuevo con sus cánticos mientras mojaba el punzón en el contenido de una de los tarros y me lo aplicaba en la espalda.

El liquido en el que mojaba el punzón era algún tipo de ácido con el que se pasó dos días seguidos tatuándome la espalda. El dolor fue inmenso, la supliqué muchas veces que parase, pero ella solo cantaba cosas que no entendía con su voz grave y hermosa, sin escucharme. Notaba como cortaba más allá de la piel y el músculo, hasta llegar al hueso, muy lentamente. Me desvanecí de la agonía muchas veces y entre el dolor, el ayuno forzado de comida y agua y el olor de la ramaviva tuve muchas alucinaciones, de las cuales ya no recuerdo casi nada.

Al amanecer del segundo día de tortura Hartreen me desató, bajo el poste había una gran macha de sangre reseca que atestiguaba lo profundo y numeroso de los cortes que me había producido, yo estaba al borde la muerte, tan débil por el dolor y la sed que no podía ni moverme. No entendía porque me sometía a ese suplicio, no entendía porque no me curaba. Ella me tumbó sobre una piel el suelo y me dio de beber, me dijo que había superado la prueba y que ya era un guerrero del kriel, el guerrero del kriel, todo el el kriel. Me dijo que no podía curarme, que debía comer mucho y curarme yo solo para que todo tuviera sentido. Puede que me dijera algo más, pero me desvanecí por completo en ese momento.

Durante otros dos días permanecí recuperándome de mis heridas, Hartreen seguía sin hablar conmigo, sólo cantaba sus extrañas oraciones con voz enaltecida e hipnótica. En mis momentos de lucided podía ver como curtía lo que parecía un pedazo de la piel y la carne del troll negro, en esa piel gravaba también símbolos con el punzón y el ácido que me habían marcado a mi, símbolos idénticos pero especulares a los que aun porto en mi espalda.

Al séptimo día tras el ataque del troll negro yo ya estaba bastante recuperado y Hartreen había terminado su magia. Por primera vez en esos días volvió a hablarme para hacerme entrega del resultado de su curtido, una especie de armadura para el torso hecha en lo que parecía una especie de caucho negro y gomoso, abierta por el pecho y con mangas hasta las muñecas. Me dijo que aquello era el recuerdo de la destrucción del kriel, que habría de llevarla siempre conmigo, para no olvidar nunca y orgulloso por haber vengado a los mios; que me protegería cuando los demás quisieran herirme como lo hacían mis padres antes de que la bestia los matase.

Es la armadura que llevo siempre conmigo, tan solo le he colocado unas hebillas en el pecho para cerrarla con facilidad. He crecido mucho desde que tenía ocho años, pero la armadura parece haberlo hecho junto a mi sin problemas, incluso la magia menor repara con facilidad los cortes y rasgados que se le puedan hacer. Me ha salvado la vida en varias ocasiones y es dura como una coraza, aunque apenas la noto encima y me deja absoluta libertad de movimientos, resulta abrigada en el frío y protege del sol en el sol intenso sin dar el mínimo calor. No se que magia haría exactamente Hartreen sobre ella, pero sin duda era potente.

El Nacimiento de Melquiades Strada

La sahmán comenzó a desmontar la tienda que habíamos hecho y amontonar algunas cosas en una especie de gran petate. Yo le preguntaba insistentemente que íbamos a hacer, pero ella tan sólo me dijo que esperaríamos, que "ellos" debían llegar.

Y como invocados por Hartreen al cabo de unas horas un destacamento del ejercito cygnarita llegó a la zona. Mis padres me habían hablado de los humanos en alguna ocasión, seres extraños de aviesas costumbres de los que no había que fiarse; pero no pude dejar de quedarme maravillado ante aquellos hombres en sus brillantes armaduras y con sus largos fusiles.

Ni yo ni Hartreen hablábamos cygnarita, pero sorprendentemente uno de aquellos hombres no sólo conocía el Morgul-trul, sino que lo hablaba con bastante fluidez. Nos dijo que iban siguiendo el rastro del troll negro, con intención de acabar con él, cuando la sahmán le dijo que nosotros ya le habíamos destruido pareció sinceramente asombrado, igual que pareció sinceramente entristecido cuando le dijimos que éramos los únicos supervivientes. Después de eso la sahmán me hizo salir de la casa donde discutía con el humano y siguió allí con él por un buen tiempo.

Me quedé fuera, junto a una docena larga de soldados, que miraban extrañados a un pequeño troloide, de apenas ocho años, vestido con una armadura y evidentemente aterrado. Cuando salió Hartreen fue directamente a donde había dejado su enorme petate y se lo cargó a la espalda, yo pensaba que nos íbamos ya de allí, pero cuando me acerqué a ella me miró con ojos duros y me dijo que no la acompañaría.

Yo no podía creerla pero también sabía que Hartreen no mentía. Llore, la suplique, pero ella simplemente siguió andando. Me dijo que subiría a lo más alto de las montañas, para que Dunhia pudiera darla guía, que allí no podía ir yo, que aun no era mi momento y moriría si la acompañaba, que me tendría que quedar con los humanos.

La dije que no podía, que eran humanos, que teníamos que buscar otro kriel, que no me podía dejar solo. Pero ella no se inmuto, me dijo que ya no había kriel, que ahora el kriel era yo, yo solo. Me dijo también que mi antiguo nombre, ya no existía, estaba muerto, por la pena, junto a mi familia, junto a mi kriel y que sólo así podría vivir yo. Ya no debían de volver a ser nombrados.

Me dijo que ahora tendría que acompañar a los humanos, que ese era mi destino y no podía luchar contra él o el lucharía contra mi. Me dijo que los humanos habían aceptado llevarme con ellos y tratarme como uno más, no como un distinto y que yo debía devolverles el respeto. Los humanos habían perdido un compañero contra el troll negro, y a partir de ahora yo tomaría su nombre, a partir de ese momento yo sería Melquiades Estrada, aprendería a vivir como Melquiades Estrada, serviría como Melquiades Estrada y formaría el kriel de Melquiades Estrada. Me hizo repetir varias veces mi nuevo nombre y me dijo que me marchara, que viviera otra vez. Yo me agarré a ella, llorando, suplicándome que no me dejase solo; pero Hartreen me arrojo de su lado con un manotazo y me dijo - Antes eras un niño, ahora eres Melquiades Estrada, compórtate como tal".

Y se marchó, no he vuelto a verla, ni siquiera sé si estará viva, excepto en mi recuerdo, del que nunca se ira, como el resto de mi antiguo kriel.

Regresé hasta los restos del pueblo, donde aun estaban los soldados, con la cabeza gacha y enjuagándome las lagrimas y pregunte en morgul-trul si podía quedarme con ellos.

Uno de ellos, el que hablo con Hartreen se me acerco, me puso en la mano en el hombro y me dijo - Tranquilo chico, nosotros cuidaremos de ti- era Victor Pendrake.

Yo levanté la cabeza, le mire fijamente y dije con fuerza.

- No soy chico, soy Melquiades Estrada.

Infancia en Corvis

Victor me llevó a Corvis con el resto de los soldados, inicialmente fue difícil, un jóven trolkin no encaja fácilmente en el ejército Corviano. Pero el prestigio de Victor ayudó a que toda la tropa me cuidara. Así cuando llegamos a Corvis me quedé a vivir en el cuartel.

Durante mis primeros años en Corvis dos personas me ayudaron especialmente a adaptarme a la ciudad y se preocuparon especialmente por mi. Victor se encargó de que se me hiciera un hueco en el cuartel para que más adelante se me adiestrase como parte del ejercito Corvita. Además fue quien me puso en contacto con mi otro protector, el Padre Dumas, quién me enseño a leer y a escribir e hizo que el resto de niños me respetaran y no me trataran como un "bicho raro".

Cuando maduré lo suficiente, en el cuartel comenzron mi adiestramiento militar, y pronto decidieron que mi capacidad de ver fuentes de calor en la más completa obscuridad era una cualidad envidiable para un miembro del cuerpo de exploradores, alli completé mi adiestramiento y realicé mis más importantes misiones hasta la fecha.

A la vez que recibía mi instrucción militar, empecé a ir como oyente a las clases de la universidad de Victor y a aprender sobre las diversas criaturas que pueblan nuestro mundo. Pronto me convertí en su ayudante y aprendí a tomar muestras y tomar notas de los ejemplares que veía en mis misiones como explorador. Empecé a incluir en mi equipo de viaje mi cuaderno de notas y algo de equipamiento básico para tomar muestras.

Una vez colcluida mi instrucción básica, me destinaron a realizar trabajo de campo en ... . Allí entablé amistad con mis compañeros de patrulla del grupo de exploradores (poner los nombres). En una de nuestras maniobras descubrimos un grupo de muertos vivientes...

Cuando informamos a nuestros superiores con intención de que se mandase un destacamento decidieron cambiarnos de destino, algo olía raro allí, pero en nuestra situación no podíamos hacer gran cosa (la verdad esta parte q esto no la veo muy clara), mi amigo ... solicitó que nos destinasen a la marina, donde a pesar de su pierna de madera podría seguir ejerciendo.

Pronto fuimos a la costa y nos embarcamos en el ... donde mi amigo ... destacó enseguida por su entrega, era evidente que quería demostrar que su desaparecida pierna no le impediría ser un miembro más de la tripulación, como daba el 100% de si mismo todo el tiempo enseguida destacó entre la tripulación y se ganó el afecto del capitán.

La isla

En uno de nuestros viajes nos vimos sorprendidos por una tormenta, que dejó el barco bastante maltrecho y nos obligó a dentenernos en una isla para reparar parte del casco, las velas y los mástiles.

Cuando atracamos en la playa el capitán repartió el trabajo entre la tripulación, envió a dos grupos de exploración en busca de agua potable y para reconocer las proximidades. A mi me mandó al mando de otros 2 hombres a escalar una ladera del risco que rodeaba la playa, mientras que ... con su pierna de madera dirigiría la exploración de la otra zona de la playa donde había un camino más asequible para alguien de su condición.

Tras una dura escalada y comenzar a reconocer la zona mis compañeros creyeron oir un gran grito... temiendo que el barco estubiese siendo atacado nos asomamos rápidamente de nuevo al risco, allí no había indicidos de lucha, pero pudimos comprobar que las reparaciones se llevaban a toda prisa y con menos cuidado del habitual, como si hubiese algún tipo de urgencia.

En vista de la situación descendimos rápidamente el empinado risco y corrimos hacia el barco, alli nos enteramos de que le grito parecía provenir de la zona que estaba explorando el otro grupo... temiendo lo peor me ofrecí como voluntario para explorar la zona y ver que había sucedido con el grupo dirigido por mi amigo ... rápidamente el resto de compañeros del grupo de exploradores (...) solicitaron al capitán acompañarme en busca de nuestro compañero.

N... preguntó al capitán si tenía otro fusíl que pudiera llevar, tras pensarlo momentaneamente el captán desapareció un momento y volvió con un enorme fusíl Dra.... de doble cañon, me dijo que lo llevara yo ya que un humano dificilmente podría manejar ese fusil de 2 metros de altura y 16 kilos de peso, así que yo le dí el mio a mi amigo ... y rápidamente emprendimos la búsqueda de nuestros compañeros.

El poblado

Empezamos a seguir rápidamente las huellas del otro grupo y tras caminar algo menos de 2 kilómetros divisamos un pobldo abandonado, lleno de casas semiderruidas y un castillo también parcialmente ruinoso, al valle donde se encontraba el pueblo descendía un serpenteante camino por el que descendían las huellas, apresuradamente y con toda la prudencia que nos permitía el no perder ni un segundo bajamos al poblado siguiendo las huellas, cerca de la primera encrucijada nada más entrar vimos algo que nos produjo gran desasosiego, nuestros temores sobre la vida de nuestros compañeros cobraron fuerza cuando vimos como sus huellas se dispersaban en un punto donde además vimos un gran charco de sangre, sangre que había alcanzado las paredes de los edificios más cercanos... tenían que haberles pillado por sorpresa y al ver tanta sangre nos temimos lo peor...

Uno de mis compañeros notó entre las huellas unas marcas como si hubiesen clavado unas lanzas en el suelo en aquella zona, entonces nos dividimos, mientras ... y yo empezamos a seguir aquellas huellas que continuaban por el camino, nuestros otros 2 compañeros siguieron notras por el camino lateral, en seguida nos hicierno señas, parecía que las huellas terminaban en un pequeño hueco en la pared. Nos juntamos a la entrada y escrutamos el hueco, no se veía nada, por tanto decidimos rodear la casa tratando de mirar por puertas y ventanas, desde al ventan trasera vi una fuente de calor de tamaño humano en una esquina junto al hueco, apuntando con mi fusil y con cierta prudencia entré llamando a los compañeros que pensé que podrían estar alli... y ya desde más cerca vi la cara desencajada por el terror de uno de los marineros que temblaba junto al hueco. ... estaba en estado de Shock y cubierto de sangre, aparentemente la mayor parte de ella no era suya, aun así tenía una gran herida en el pecho de un corte que había atravesado su armadura.

... puso sus manos sobre el aterrorizado marinero y apelando al poder divino curó parcialmente las heridas del marinero mientras yo intentaba clamarle, pero el sólo repetía que debíamos volver al barco y escapar de allí o moriríamos todos, no fuimos capaces de tranquilizarle, así que decidimos que ... se quedaría con el aplicandole el unguento curativo y el resto continuaríamos la búsqueda, si en una hora no habíamos vuelto tenían instrucciónes de volver al barco y si el capitán lo consideraba oportuno esperarnos durante un día más...

Pese a las quejas del marinero salimos rápidamente en busca del resto del grupo, cada segundo era valioso... siguendo el camino divisamos en una esquina unos huesos saliendo de una casa, una exploración más concienzuda nos permitió descubrir que se trataba de un par de esqueletos probablemente de habitantes que defendieron el poblado hace ya muchos años... sus armas se hayaban junto a ellos cubiertas de óxido e inservibles, sin embargo tabmién había un hacha de excepcional manufactura en el que el óxido parecía ser simplemente superficial y que si se afilase ligeramente sería perfectamente utilizable. Le dije a ... que lo guardase y continuamos nuestra marcha, pero entonces oimos la señal de nuestro compañero desde la cabaña, nos dirigimos de vuelta rápidamente y antes de llegar escuchamos el grito de horror del marinero seguido del sonido de una certera estocada y después... el silencio... me aposté en la esquina de una casa apuntando con mi rifle tratando de cubrir todas las posibles salidas de aquella casa mientras mis compañeros rodeaban el edificio para aproximarse por el otro lado...

De repente vi algo pasar a toda velocidad entre esa casa y la de al lado, entoncess sólo me pareció una sepecie de insecto metálico... disparé con los dos cañones y escuché el sonido metálico de mis proyectiles golpeando a aquella criatura, pero continuó con su velocidad endemoniada y desapareció detrás de la siguiente casa.

Yo me moví rápidamente para que no pudiera encontrarme y me cubrí en otra esquina donde podía divisar toda la otra casa mientras recargaba el fusil, mis compañeros salieron de la casa me divisaron y les hice señas de hacia donde se había ido la criatura, al poco se me unieron y me explicaron que habían encontrado el cadaver decapitado del marinero y ningún rastro de nuestro amigo ...

Decidimos permanecer unidos para que no nos diera caza uno a uno y subirnos a una casa donde dispusiéramos de una posición aventajada para luchar y para divisar a aquella criatura...